Era una bicicleta Raleigh Lenton color verde en la que se desplazaba el chico flaco de humor negro y nariz aguileña. El Sol punzándole la piel, picándole el humor y las furiosas ganas de hacer música. Mucho rock & roll enfadado para las chicas patricias y burguesas, para mojar sus pantis, para bajar sus faldas y bailar un Twist desenfrenado. Pero unas amenazantes nubes negras anunciaban una lluvia antagónica, una lluvia desanimada Depresión y música de iglesia, las tangentes instadas para ese día en 1957. La Feria de la Villa de Woolton, en la Iglesia Saint Peter’s, Liverpool, era lo que le esperaba al chico, una presentación tan gris como el cielo de la ciudad, una tocada que podría deprimir al mismísimo Cristo del Saint Peter’s. Humor negro y día gris, no parecía una mala idea: el cielo siempre es lánguido al noroeste de Inglaterra, pero la música puede despejarlo todo.
El chico de la bicicleta verde era John Lennon, y su banda se nombraba “The Quarry Men Skiffle Group”, quienes estaban listos para formar parte de aquel desfile que los haría llegar a la feria, ubicada en la parte trasera del Templo. El bajista Len Garry tocaría un primitivo bajo hecho a partir de una caja de madera usada para transportar te, con un mástil vertical fabricado a partir de un palo de escoba. Así se las arreglaba la banda, así eran las ganas de tocar, de reventar la Capilla, de explotar la ciudad; pero para el ocaso, el chico de la Raleigh Lenton ya había hocicado el alcohol, tanto como para sentirse completamente borracho, tanto como para arruinarlo todo, de todas las maneras posibles. El mal humor del de nariz aguileña se había convertido en una nube oscura más sobre el cielo de Liverpool, se encontraba desanimado, borracho y asqueado de la música convencional.
La banda militar desfiló. El rector de la iglesia Sain’t Peter’s dio inicio al evento. “Las Cuatro Estaciones” y “La Caperucita Roja” se presentaron como actos secundarios. La banda militar paró de tocar y tras un silencio, subió al escenario The Quarry Men, quienes tambaleantes y aún afanosos, tocaron canciones como “I’m Gonna Sit Right Down and Cry Over You”, entre otras de Elvis Presley. La chicas burguesas se habían ido a su casa después del “show”, el olor a golosinas, pólvora y mamonería reinaban en el lugar, un fracaso al parecer, una tocada más en las ínfulas de la cursileria, una puta feria patronal, un fiasco total; pero aún quedaba la fiesta que cerraría la feria de ese día, misma que se realizaría en el auditorio de la Iglesia, en donde amenizarían de igual manera la patética noche, junto a la George Edwards Band. Lennon estaba boquiabierto por lo que vio y escuchó en el auditorio. Un párvulo y enclenque joven de nombre Paul había tomado su guitarra y comenzaba a cantar aquel tema de Eddie Cochran: “Twenty Flight Rock”. McCartney, de quince años, manifestaba maestría tocando la guitarra Zenith esplendorosamente. Se dice que todas las personas que trabajaban engalanando el auditorio para la fiesta se acercaron para escuchar estupefactas. Lennon simplemente quedó pasmado y no pudo contenerse de ver a un joven tan pequeño tocando tan bien. Ese sábado en que se conocieron John Lennon y Paul McCartney, ese 5 de julio de 1957, cambiaría la música por completo.