MIXAR LÓPEZ - Periodista
(Twitter: @nomenclatura)
A Bob Dylan le respeto una cosa y le espeto otra. La primera es haber drogado a The Beatles, esa bandita cursi de Liverpool que le cantaba al amor y a las manitas sudadas. Drogó a la banda y todo, pero todo, valió madre, y eso para la música fue un beneficio total. La música comenzó cuando se desintegraron. La otra, es un acto que nunca le voy a perdonar: tratar de rehabilitar a Edie Sedgwick, de cojérsela bajo mentiras, falacias y palabras vanas de poeta cliché. Edie estaba muy bien en drogas, llegó Dylan y la enloqueció por completo.
A mí Tarántula (Charles Scribner's Sons, 1971) me pareció un libro equis, hay más poesía en Rockdrigo González e incluso en el mismo Ricardo Arjona que en toda la farsa metafórica del autor de Blowin' in the Wind.
Waits, Tom Waits debería de ganar un Nobel, ya sea de literatura o de Fisiología, por sus descubrimientos sobre los mecanismos del Waterphone (estoy jugando). Pero, ¿Dylan y su voz de silbato de perro? No me hagan reír. Paren ya los comentarios gloriosos hacia este anticuado y sobrestimado personaje.
Esta tarde en televisión abierta, la conductora cubana Raquel Bigorra hablaba sobre Dylan en un programa emitido por TV Azteca a la hora de la comida y tenía mejores argumentos que ustedes en las redes sociales. Les puedo decir que la Bigorra, aunque haya escrito una especie de libro, jamás se ha detenido en su culona vida a leer uno.
Bigorra 1 – Intelectualidad 0.
Libros como The Assassins: A Book of Hours (1975), Confessions of a Girl Gang (1993) y The Gravedigger's Daughter (2007) de Joyce Carol Oates sí que merecían ser reconocidos. Inherent Vice (2009), Bleeding Edge (2013) y Gravity's Rainbow (1973) de Thomas Pynchon lo conseguían. The Ghost Writer (1979), The Prague Orgy (1985), Our Gang (1971) lo valían. La primera por violenta, el segundo por drogo y el tercero por misógino; por ello, merecen los tres mis respetos, y merecen el Premio Nobel más, mucho más que la ansiedad aguda de Bob Dylan.
Ya sabemos que al trovador le dieron el premio por “haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición de la canción americana”, como lo comunicó la Academia sueca al entregar el reconocimiento de 8 millones de coronas, aproximadamente 927.740 dólares.
¿El pastorcillo del rock, el que cantaba en contra de la riqueza y los lujos necesitaba esos dólares? ¡No! ¡Y América no es sólo Estados Unidos! Si la Academia sueca hablara del continente entero, Víctor Jara ya lo hubiera ganado desde hace tiempo. ¡Que no me jodan!
Un Nobel de literatura se construye bajo las horas nalga sentado frente al teclado, y Dylan nunca supo de eso porque siempre anduvo de gira bebiendo champaña. Dylan nunca supo absolutamente nada acerca del oficio de escritor. Es un zapatero que no sabe lo qué es la baqueta.
Y como está muy de moda el chairismo entre todos los fieles, proclamo la siguiente consigna: “Que muera Dylan y que viva el anonimato de Pynchon”... He dicho.