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La pregunta del millón: ¿Y tú qué escuchas?

ANDREÍNA GONZÁLEZ - Music business y columnista

(Twitter: @ninagonzalez85)

 

 

Cuando trabajas con, o para la música, una pregunta recurrente es: ¿y tú qué escuchas? Acto seguido, la persona espera que le sorprendas con la recomendación de la vida, bien sea para mostrar afinidad contigo o para decirte sobre la superioridad de sus gustos sobre los tuyos. Así las cosas por acá.

Recuerdo siempre a una profesora en la Universidad que nos decía: "Ahorita vayan mucho al cine con amigos, luego se hartarán de ustedes cuando no dejen de hablar de encuadre, composición, actuación y demás cosas que a cualquier mortal no le importa. Ir al cine con ustedes será catastrófico. Nada menos alejado a la realidad.

Mi gusto por el séptimo arte no es nada comercial. Sé que vienen los Oscars. No sé cuándo. Sin embargo, si estoy clara que los Grammys Anglo son este mes y los Latinos en noviembre. De eso si me gusta hablar, pero... ¿qué te pregunten cada tres segundos sobre tu gusto musical?

La pregunta es fija cuando alguien te conoce, así que si llevo un ratito trabajando en esto, imagínense las veces que he tenido que contestar la pregunta. Una vez de forma más creativa que la anterior, y la siguiente más aún. Ya opto por decir: "No cumbia. No reggaetón. No banda. De resto, lo que sea".

Mi gusto musical lo han formado los años. Devoro tanta música como libros se espera que lea en la vida: Mi madre me heredó sus años de universitaria. No sabe mucho de The Beatles, pero sí de Soledad Bravo y Alí Primera, de Pablo Milanés y de Morella Muñoz. Ella, ella es la folklórica de la casa (y desde hace rato) y la que me dejó la costumbre de escuchar la música de cada lugar al que viaje. Mi papá me dió a probar de la mejor salsa que existe: la de las Estrellas de la Fania, con Héctor (Lavoe), Willie (Colón), Ismael (Rivera) y Rubén (Blades) como músicos de cabecera. Yo crecí como muchas niñas de mi generación, entre temas súper comerciales, hormonales y aspiracionales. A mí también me quitaron el CD de Caramelos de Cianuro cuando saqué bajas calificaciones en la escuela. Cuando tuve suficiente uso de razón y entré a la Universidad, me dejé llevar por la Música Popular Brasilera en manos de David Byrne y me declaré 'beatlemaníaca a muerte' luego de quedar fascinada con el compilatorio ‘One’. Ese disco sería solo el comienzo de un largo viaje que, quién sabe cuando termine. Sin embargo, ya que trabajas y más en esto, te toca escuchar mucho más.

Gran parte de mi vida profesional, se la debo a la Radio. En ella aprendes que parte de su esencia, es de ella, no tuya y tienes que escuchar lo que la hace única. El día que tú tengas tu propia radio... Ese día pondrás tu música. ¡Ouch! Vuelvo: Nada menos alejado a la realidad.

En 2005, recuerdo, comencé este viaje a través de las ondas hertzianas. 2005 también fue el año en que, en Venezuela, tuvimos que ingeniárnoslas para hacer buena radio sin decir una sola palabrota, no se nos fueran a ofender las "doñas del Cafetal" (apelativo para referirse a señoras de alta alcurnia y altamente estereotipadas) y el año en que el 50% de tu música tenía que ser venezolana y de ese 50% la mitad tenía que ser música de raíz tradicional y la otra mitad podía ser hecha en Venezuela del género que fuera... o latina pues, eso sí: debidamente identificada.

Entonces, según la radio, tuve que aprender a escuchar el joropo tuyero; (porque para ellos, esa era la única música de raíz tradicional posible ante tal imposición... ¡atorrantes! De no ser porque trabajaba ahí, le cambiaba al dial en un tris) o un invento sociológico al que la radio de su competencia le llamó Neofolklore, que no era otra cosa que las bandas de pop y rock intentando entrar -por la sencilla- a rotar en la radio: Epa pana, prepárate una versión del Polo de la Soledad de Gualberto Ibarreto en Happy Punk y ya entras, o María Antonia, también de Ibarreto en Nü Metal. Así las cosas por aquellos días. Tuve que aprender a escuchar. Pero no todo fue así de extraño por esos días. Con el tiempo, vinieron formas más creativas de sortear las imposiciones y ya te topabas con piezas de Aldemaro Romero o de Antonio Lauro, donde antes había neofolklores y las bandas nacionales ya no necesitaban recurrir a esta estrategia para hacerse de buenos seguidores. Desde ese momento y, hasta la fecha, la mejor opción ha sido intentar ser tan originales como tu intuición lo indique: por ello entendiste que Llorarás en los coros de Okills es tan cool como lo fue hace algunas décadas en la voz de Oscar dE León o tal vez que la alegría de La Vida Boheme en su más reciente disco La Lucha, también puede llamarse calipso, sin los necesarios tapujos y poses de ser una banda de rock.

He escuchado mucho y de todo tipo de música. Aún no escribo el libro, ni tengo un hijo, pero algo si tengo bien claro: ahora es que me falta por escuchar, así que si vienes a preguntarme, ¿y tú qué escuchas? Con gusto te diré: "No cumbia. No reggaetón. No banda. De resto, lo que sea".

Cuéntame tú, ¿qué es lo que escuchas?

Corona

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