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¿Selfie o no selfie?

ARTURO J. FLORES - Editor de Playboy México

(Twitter: @ArturoElEditor)

 

 

¿Selfie o no selfie? He ahí el dilema... Si en el año 2000 se hubieran inventado celulares con cámara, yo tendría una selfie con Angelina Jolie. En aquel tiempo, el periódico para el que trabajaba me envió a San Miguel de Allende, Guanajuato, México a cubrir una conferencia con el actor español Antonio Banderas. Lo acompañaba una actriz emergente, entonces conocida sólo por la película 'Girl, interrumpted', que años después se volvería toda una luminaria hollywoodense y el bajaría el marido a Jennifer Aniston, también se ganaría un Oscar en 2001 precisamente por ese filme.

Al término de la rueda de prensa, me dio hueva chacalear a Banderas (así se le dice cuando los reporteros rodeamos a un entrevistado con nuestras grabadoras, como si fueran pistolas para fusilarlo a quemarropa). Según yo, Banderas había dicho todo durante la conferencia acerca de 'Pecado Original', la película que lo traía a filmar a México. Así que mejor me acerqué a platicar con la actriz, quien estaba sola. Le formulé tres preguntas en inglés antes de que se retirara y le pedí que me obsequiara un autógrafo en una servilleta, dirigido a los lectores del diario, algo que mi editor siempre me pedía de los extranjeros. Me hubiera gustado que el fotógrafo anduviera por ahí. Entonces existiría una imagen de mí entrevistando a Angelina Jolie. Una que habitara fuera de mi memoria.

¿Qué si es por ego? Claro que lo es. Los reporteros somos un jardín donde el amor propio florece en cualquier época del año. Si nos pagan una insuficiencia, si los horarios del oficio nos obligan a mal comer y mal dormir, si no existe relación de pareja que nos aguante el paso, si cada día representa una nueva batalla para ganar una nota, ¿por qué no habríamos de coleccionar nuestros trofeos de caza? Yo, por lo menos, lo hago sin remordimiento. Y el que diga que no tiene ego, que me cuente cómo se puso el día que se publicó una nota suya sin firma.

A menudo me tomo fotos con mis entrevistados. Pero siempre al final de la entrevista. Nunca poso junto a alguien a quien no le haya arrancado cuando menos una respuesta publicable. Sería tan absurdo como hacerme una selfie con el dragón sin antes haberle quitado el vellocino.

Cuando era estudiante de comunicación, un profesor al que admiro profundamente, Rigoberto López Quezada, solía recibirnos a mí y algunos compañeros en su casa para compartir anécdotas y beber cerveza. En uno de los muros, al que llamaba su Egoteca, tenía colgadas imágenes suyas en blanco negro en las que aparecía platicando con personajes como La Madre Teresa de Calcuta, el escritor Erich Fromm o el ex presidente Carlos Salinas de Gortari. Una galería de personajes, unos carismáticos, otros siniestros pero todos interesantes. Desde entonces me prometí que alguna vez tendría mi propia Egoteca.

Suman ya 15 años desde que empecé a ejercer el periodismo. En ese tiempo debo de haber realizado cientos de entrevistas. Mi Egoteca no está los muros de mi casa, como la de Rigoberto, sino en el de Facebook. A cada fotografía le guardo un cariño especial. La de Xavier Velasco, porque traía yo puesta una chamarra idéntica a la de su muñeco de ventrílocuo. La de Jeff Walker, de Carcass, porque esa noche coincidimos en un bar y poco faltó para cantar mariachi. La de Iron Maiden, porque aunque durante esa fiesta en Londres no los entrevisté, la experiencia sirvió para escribir una crónica para el libro 'Tormenta de sangre' y más adelante platiqué con Steve Harris en Washington. La de Rob Halford, porque fue consecuencia de un golpe de suerte, a su vez consecuencia de una calamidad, el huracán Wilma, lo que hizo que me lo encontrara en el aeropuerto. La de Denisse, de Belanova, porque esa mujer me fascina, pero además descubrí que es fan de Max Calavera, igual que yo. La de Larry Jagman, porque soy fan del Mayor Anthony de Mi Bella Genio, y porque falleció pocas semanas después de nuestra charla en Los Ángeles. La de Romain Grosjean, porque ese viaje a Austin me enseñó a comprender la pasión por el automovilismo y la F1. Y así podría seguir un buen rato.

Sé que muchos colegas reprueban que nos tomemos fotos con los entrevistados. Yo sólo critico que para algunos, la selfie sea tan importante que se les olvida hacer la entrevista. Lo digo porque hace poco un 'reportero' confundió a Miguel Mateos con Miguel Ríos porque estaba tan preocupado por tomarse la foto, que se olvidó de con quién lo hacía. Seguro tampoco escribió nada, además de su estado de Facebook con faltas de ortografía. A mí, en cambio, cada una de las fotografías de mi Egoteca me recuerdan por qué me volví periodista y por qué, cuando todo parece derrumbarse, no debo darme por vencido.

 

 

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