Mientras revolvía mis vinyles de Janis Joplin que atesoro como si fueran mis hijos en mi departamento, me puse a pensar en ese exclusivo club que está tan pero tan dentro nuestro, que parece que corre como la sangre misma: El famoso e infinito Club de los 27.
Janis, la estudiante prodigio de la universidad de Austin. Ese apóstol indiscutido del movimiento hippie que empezaba a dar los primeros pasos por 1963. No sé si algún día se pusieron a pensar que militar en ese movimiento iba a influir hasta en la forma de vestirnos. Esa hermosa Janis , esa sufrida Janis.
La conocí cuando mis tres hermanas tenían un cuarto en la terraza de mi casa. Con posters hasta en el techo, infinidad de CDs llenos de polvo, vinilos y casetes que quedaron por generaciones. Se sentaban a escucharla, y a mí como toda hermana chiquita e hiperactiva, me sacaban por que me encantaba gritar, saltar y tocar (¿o romper?) todo. Pero me sentaba afuera, al costado, donde la ventana no daba. Escuchaban desde The Doors hasta esos antiguos Stones con Brian Jones. ¡Gracias a Dios me escondía ahí! ¿Qué hubiese sido de mí, si no me hubiese criado escuchándolos de fondo? Esas letras, las únicas que no quedaban almacenadas en redes sociales o teléfonos y quedan en ese costadito del cerebro, almacenadas por los siglos de los siglos.
Piensen que en los recitales de ellos, la gente no se distraía subiendo a Snapchat los acordes que más lo estremecían, que no filmaban y se perdían de disfrutar algo que íbamos a perder lamentablemente, tan temprano. ¡Todo eso, solo quedaba en nuestra retina!... Igual, siempre dicen, que lo bueno dura poco, no?
¿Que sería de nosotros sin una Janis Joplin? ¿Sin un Kurt Cobain? ¿Sin un Jim Morrison? ¿Sin nuestra eterna Amy Winehouse? ¡Sin un Jimi Hendrix! Me pregunto muchas veces, cuando los vuelvo a escuchar por millonésima vez, si se podrían haber puesto a la altura de este reinventado y acelerado mundo. No podemos discutir que gracias a ellos, tenemos todo esto que atesoramos ahora. Esta melomanía que sufrimos felizmente algunos. En Argentina usamos la expresión de "Pasar el trapo" cuando alguien supera al otro. ¿Sienten que alguien los superó? ¿Que alguien "pasó el trapo"? Respecto a imagen, puede ser, respecto a avance tecnológico, sí. Pero en sentimiento no. Me pone la piel de gallina ver cómo animaron a cientos de miles a comenzar con una guitarra prestada en un garaje. Ver cómo están tatuados en la mente de cualquiera. Ver cómo mis sobrinos, de 10 años u 8 años, los tienen más grabados en la mente que cualquier lección de historia que le enseñen en la escuela.
Me faltan unos meses para cumplir 27, esto me puso a reflexionar sobre qué logros voy a dejar para la historia, qué marca voy a dejar como huella. Esto me hizo pensar en qué les pasaba por la cabeza a esta misma edad, antes de irse. Si pensaban que iban a dejar este legado, dejarnos a todos nosotros un denominador común: Escuchar un acorde y saber de qué estamos hablando. Y ni hablar de lo que nos provoca y a donde nos traslada. ¿Será que todo esto que nos genera no pudieron asimilarlo a tan corta edad?